Cómo ser un hombre que se queda cuando tu padre se fue

Cuando tenía cinco años, mi padre salió por la puerta y nunca volvió. Aún puedo sentir el escozor de aquel momento: la confusión, el silencio que se apoderó de nuestra casa, el dolor de preguntarme por qué yo no era suficiente para hacer que se quedara. Durante años, aquel abandono marcó la forma en que me veía a mí mismo y el tipo de hombre en que me había convertido. Pero las Escrituras cuentan una historia diferente: un hombre no tiene por qué definirse por lo que se ha roto a sus espaldas. Puede ser un hombre que permanece -fiel, presente y fuerte- porque su fundamento es Cristo, no su pasado.

Si tu padre se fue, conoces la herida. Quizá se marchó física o emocionalmente, o ambas cosas. La pregunta es: ¿cómo te elevas por encima de ese dolor para convertirte en un hombre que se queda, para tu familia, tu fe y tu propósito? He aquí cinco claves bíblicas para guiarte.

1. El hombre que permanece ancla su identidad en Dios como Padre

Cuando los padres terrenales fallan, Dios interviene. El Salmo 68:5 le llama «un padre para los huérfanos». La marcha de mi padre me dejó buscando aprobación, pero la encontré en el amor inmutable de Dios. Romanos 8:15 dice: «Habéis recibido el Espíritu de adopción como hijos, por el que clamamos: ‘¡Abba! Padre!». No eres huérfano: eres hijo del Rey. Esa verdad cura el rechazo y te da una nueva identidad. No te quedas porque tengas miedo de que te abandonen; te quedas porque sabes a quién perteneces.

2. Un hombre que se queda rompe el ciclo con el perdón

El dolor del abandono puede convertirse en amargura, tentándote a repetir el patrón: alejarte cuando la vida se pone difícil. Pero Jesús ordena, «Perdonad y seréis perdonados». (Lucas 6:37). Perdonar a mi padre no fue fácil. Tuve que luchar contra el dolor, rezar para superar la ira y entregarlo a Dios. No excusaba su elección; me liberaba de sus garras. El perdón no es debilidad; es la fuerza para decir: «No dejaré que tu marcha defina mi permanencia».

3. El hombre que permanece se fortalece mediante la fidelidad

Un hombre que permanece no nace; se construye. Lamentaciones 3:22-23 nos lo recuerda, «El amor inquebrantable del Señor nunca cesa; sus misericordias no tienen fin; son nuevas cada mañana; grande es su fidelidad». La fidelidad de Dios es nuestro modelo. Después de que mi padre se marchara, vi a hombres en mi iglesia -diáconos, mentores- que se presentaban, semana tras semana, por sus familias y su fe. Eso me enseñó: el poder de permanencia proviene de elecciones pequeñas y constantes. Preséntate ante tu mujer, tus hijos, tus compromisos, no por obligación, sino por devoción a la llamada de Dios.

4. Un hombre que permanece se apoya en la fuerza de Dios, no en la suya propia

El peso de quedarse puede parecer aplastante cuando lo llevas solo. Recuerdo noches de joven, aterrorizado de fracasar como lo hizo mi padre. Pero 2 Corintios 12:9 se convirtió en mi salvavidas: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». No tienes que esforzarte sólo con agallas. Cuando entregué mis miedos a Dios, Él me dio una fuerza que no tenía: fuerza para estar presente, amar bien y seguir adelante. Un hombre que permanece se apoya con fuerza en Aquel que nunca se va.

5. Un hombre que se queda deja un legado de presencia

Todo hombre deja algo atrás. Mi padre dejó la ausencia; yo elegí la presencia. Deuteronomio 6:6-7 nos exhorta, «Estas palabras que hoy te ordeno estarán en tu corazón. Se las enseñarás diligentemente a tus hijos». Decidí que mis hijos conocieran a un padre que permanece, no sólo físicamente, sino también emocional y espiritualmente. Eso significó luchar contra mis inseguridades, buscar el consejo de Dios y confiar en que Dios redimiría mi historia. Tú puedes hacer lo mismo. Tu presencia hoy siembra semillas para las generaciones del mañana.

El contraste entre irse y quedarse

La Escritura contrapone lo fugaz y lo fiel. Proverbios 10:25 dice «Cuando pasa la tempestad, el impío ya no existe, pero el justo se mantiene para siempre». El hombre que se va persigue sombras -apego, egoísmo, evasión-, pero encuentra el vacío. El hombre que se queda construye sobre roca, capeando tormentas porque su esperanza está en Dios. La marcha de mi padre rompió algo en mí, pero Dios lo utilizó para forjar una determinación: Seré un hombre que se queda, no porque sea fácil, sino porque es eterno.

Vivirlo

No fingiré que es sencillo. Hubo días en los que quise huir: de la responsabilidad, del miedo al fracaso. Pero Dios salió a mi encuentro en esos momentos. Encontré sanación en el Salmo 27:10: «Porque mi padre y mi madre me han abandonado, pero el Señor me acogerá». Aprendí a rezar: «Padre, hazme el hombre que mi padre no fue». Y paso a paso, Él lo hizo.

Puedes empezar donde estás. Reclama la paternidad de Dios sobre tu vida. Perdona al que se fue, aunque lleve tiempo. Muéstrate diariamente: cinco minutos de oración, una palabra amable a tus hijos, un compromiso cumplido. Apóyate en hombres piadosos que hayan recorrido este camino; Proverbios 27:17 dice, «Hierro con hierro se afila». Tu pasado no tiene por qué predecir tu futuro.

Pienso en un joven del que fui mentora, criado por una madre soltera después de que su padre se fugara. Llevaba esa herida como una insignia, hasta que conoció a Cristo. Gracias a las Escrituras y a la hermandad, se convirtió en un marido que se queda, rompiendo el ciclo. Ése es el poder de la redención de Dios, un poder disponible también para ti.

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Neil Kennedy es el fundador de FivestarMan, que inspira a los hombres a vivir auténticamente para Cristo.