Cómo tomar decisiones difíciles

La vida no es fácil. La idea de que debería serlo es un mito moderno, un susurro fugaz que se evapora bajo el peso de la realidad. Desde el momento en que la humanidad cayó en el Jardín, la lucha se convirtió en nuestra herencia. Sin embargo, esa lucha encierra una profunda verdad: podemos elegir. No una elección para evitar las dificultades -algo así no existe-, sino una elección sobre qué dificultades aceptaremos. El matrimonio es duro. El divorcio es duro. La obesidad es dura. Estar en forma es duro. Las deudas son duras. La disciplina financiera es dura. Crear una empresa es duro. Trabajar de 9 a 5 es difícil. La cuestión no es si la vida será difícil; es qué dificultad elegirás afrontar. Elige sabiamente, porque la Biblia revela que el camino que elegimos da forma no sólo a nuestras vidas, sino también a nuestras almas.

El peso del matrimonio y el divorcio

Las Escrituras describen el matrimonio como una alianza sagrada, reflejo de la unión de Cristo con la Iglesia (Efesios 5:25-32). Es una vocación hermosa, pero no es fácil. Dos personas imperfectas, unidas por el amor y los votos, deben sortear conflictos, egoísmos y sacrificios. Proverbios 27:17 dice, «Como el hierro afila el hierro, así una persona afila a otra». ¿Ese proceso de afilado? Es fricción. Es duro. Pero la alternativa -el divorcio- conlleva su propio peso. El propio Jesús habló de la gravedad de romper este vínculo (Mateo 19:6), y quienes han recorrido ese camino conocen las cicatrices que deja: emocionales, espirituales y económicas. Ambos caminos son duros. Uno forja la perseverancia y el carácter; el otro desgarra lo que una vez estuvo entero. ¿Qué camino elegirás?

La batalla del cuerpo y del alma

Nuestra vida física refleja este principio. La obesidad es una carga: dura para el cuerpo y dura para el espíritu. Agota la energía, nubla la confianza y acorta los años. Pero estar en forma tampoco es fácil. Exige sudor, disciplina y la voluntad de ir más allá de la comodidad. Pablo escribe en 1 Corintios 6:19-20: «¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo… Honrad, pues, a Dios con vuestros cuerpos?». La administración de nuestra salud es una vocación, pero es una tarea ardua. El sofá nos tienta; el gimnasio nos pone a prueba. Ambos son duros. Uno conduce a la decadencia, el otro a la vitalidad. ¿Qué dureza elegirás?

Lo que haces físicamente te afecta espiritualmente. Lo que haces espiritualmente te afecta físicamente.

Las cadenas de la deuda y la disciplina

El dinero es otro ámbito en el que reinan las dificultades. La deuda es un capataz implacable -advierte Proverbios 22:7-, «El prestatario es esclavo del prestamista». El estrés de las facturas que se acumulan, el peso de los intereses, la vergüenza de deber… es un camino brutal. Pero, ¿disciplina financiera? Tampoco es pan comido. Decir no a la gratificación instantánea, ahorrar en vez de gastar, vivir por debajo de tus posibilidades… es una batalla diaria contra la carne. Sin embargo, las Escrituras exaltan a los diligentes: «Los planes del diligente conducen al provecho, como la prisa conduce a la pobreza». (Proverbios 21:5). Ambos caminos son duros. Uno esclaviza; el otro libera. ¿Cuál elegirás?

La llamada del trabajo y el propósito

El trabajo tampoco escapa a la rutina. Poner en marcha un negocio es un acto de fe: el riesgo, el rechazo y las noches en vela forman parte del trabajo. Eclesiastés 5:19 nos recuerda que el trabajo es un don de Dios, pero la iniciativa empresarial pone a prueba la determinación como pocas otras cosas. En el lado opuesto, el trabajo de 9 a 5 puede parecer un lento goteo de monotonía, cambiando tiempo por seguridad, luchando con días sin inspiración. Colosenses 3:23 nos llama a trabajar «como para el Señor». ya sea fichando o construyendo un legado. Ambas cosas son duras. Uno se arriesga a fracasar por libertad; el otro cambia libertad por estabilidad. ¿Cuál elegirás?

La Sabiduría de Elegir Sabiamente

He aquí el quid de la cuestión: la vida no nos libra de la lucha. Jesús lo dijo claramente en Juan 16:33 «En este mundo tendréis problemas. Pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo». Los problemas no son opcionales; lo es cómo los afrontamos. La Biblia no promete facilidad, pero sí propósito. Santiago 1:2-4 nos exhorta, «Considerad pura alegría, hermanos míos, cuando os enfrentéis a pruebas de muchas clases, porque sabéis que la prueba de vuestra fe produce perseverancia». Las dificultades no son el enemigo: son la fragua. La cuestión es si dejaremos que nos refinen o que nos rompan.

Piensa en Josué, de pie al borde de Canaán. Tenía por delante la Tierra Prometida, pero también gigantes, ciudades fortificadas y años de guerra. Detrás de él estaba el desierto: familiar, miserable, duro a su manera. ¿La orden de Dios? «Sé fuerte y valiente» (Josué 1:9). Josué tuvo que elegir su duro camino: retirarse a la esclavitud o avanzar mediante la batalla. Eligió sabiamente, y nació una nación.

O piensa en David, enfrentándose a Goliat. Correr fue duro: la cobardía conlleva su propia vergüenza. Luchar fue duro: una honda contra un gigante no es un paseo de cuento de hadas. David eligió el duro camino de la fe, declarando, «El Señor que me rescató de las garras del león… me rescatará de la mano de este filisteo». (1 Samuel 17:37). Su elección tuvo eco en la historia.

La mentira del camino fácil

Nos venden la mentira de que en algún lugar hay una opción «fácil», un atajo para superar el dolor. Pero las Escrituras y la experiencia desmontan esa ilusión. La maldición de Adán en Génesis 3:17-19 prometía trabajar con el sudor de nuestra frente. La facilidad es un espejismo; el esfuerzo es la realidad. Sin embargo, en ese esfuerzo reside la dignidad, el crecimiento y la recompensa. «No nos cansemos de hacer el bien». nos asegura Gálatas 6:9, «porque a su debido tiempo recogeremos la cosecha, si no nos damos por vencidos». La cosecha no es barata: se gana con esfuerzo.

Entonces, ¿cuál es tu dureza? ¿Apretarás los dientes por un matrimonio que merezca la pena salvar, o recorrerás el escarpado camino del divorcio? ¿Lucharás contra tu cuerpo para someterlo, o dejarás que te domine? ¿Romperás las cadenas de la deuda, o te doblegarás ante ellas? ¿Perseguirás un sueño a través del fuego, o te conformarás con la lenta combustión de la rutina?

Toda elección es difícil. Pero no todas las elecciones son iguales.

Elige tu dureza, elige tu legado

Lo que está en juego es eterno. Hebreos 12:1-2 nos llama a «correr con perseverancia la carrera que nos ha sido señalada, fijando los ojos en Jesús». Él eligió su dureza -la cruz- por nuestro bien. Si el Salvador no esquivó el sufrimiento, nosotros tampoco podemos. Pero, como Él, podemos elegir un duro que redima, que construya, que dure.

La vida no es fácil, pero puedes elegir tu duro. Elige sabiamente. Elige el camino que se alinea con el diseño de Dios, que te forja en el hombre o la mujer que Él creó para que fueras.

El camino fácil es un mito; el camino difícil es donde habita la gloria.

Paso de acción:

¿Listo para elegir tu duro y dar un paso hacia la hombría decidida? Acepta el Reto de 45 Días en FivestarMan.com. No es fácil, pero merece la pena. Empieza hoy mismo.

Neil Kennedy es el fundador de FivestarMan, dedicada a encender la masculinidad auténtica a través de principios bíblicos y acciones prácticas.