¿Los hombres son tóxicos?
En el clima cultural actual, la expresión «masculinidad tóxica» resuena en los medios de comunicación, en las conversaciones e incluso en los bancos de las iglesias. Es un término que se ha convertido en un arma para pintar a los hombres como intrínsecamente peligrosos, agresivos u opresivos, una caricatura de la hombría que deja poco margen para la redención. El mundo grita que los hombres son el problema, que su fuerza es un lastre y que su propia naturaleza debe ser controlada o rediseñada. Pero, ¿es esto cierto? ¿Son los hombres tóxicos por diseño? ¿O la cultura ha perdido de vista lo que siempre debió ser la auténtica hombría?
Como he explorado en mi libro Hombre de cinco estrellas: Las cinco pasiones de la virilidad auténticala intención original de Dios para los hombres dista mucho de la imagen distorsionada que nos venden hoy. Las Escrituras no describen a los hombres como cargas que hay que soportar o amenazas que hay que neutralizar. Por el contrario, revela un diseño orientado a un propósito: una llamada a vivir cinco pasiones distintas: un espíritu aventurero, un impulso emprendedor, una actitud galante, un carácter fiel y un corazón filantrópico. No son meros ideales; son el modelo de la hombría tal como Dios la concibió. Así pues, contrastemos la narrativa cultural de la «masculinidad tóxica» con la visión bíblica de la hombría auténtica y redescubramos lo que significa ser un hombre en un mundo olvidado.
La mentira cultural: fuerza es igual a toxicidad
La versión cultural de la masculinidad tóxica suele centrarse en rasgos como la fuerza, la asertividad y el liderazgo, tachándolos de opresivos o dominantes. Se dice a los hombres que sus instintos naturales -proteger, proveer, tomar la iniciativa- son reliquias de un pasado patriarcal que hay que desmantelar. A un hombre que se mantiene firme en sus convicciones se le llama arrogante. A un hombre que lucha por lo que es correcto se le considera agresivo. A un hombre que dirige a su familia se le acusa de controlador. El mensaje es claro: la propia masculinidad es sospechosa, y los hombres deben disculparse por ser hombres.
Por ejemplo, la imagen que dan los medios de comunicación de los hombres: tontos torpes en las comedias o villanos despiadados en los dramas. Rara vez vemos que se celebre a un hombre por su valor o se le honre por su sacrificio. En su lugar, la cultura elige los peores ejemplos de comportamiento masculino -abuso, egoísmo o cobardía- y coloca la etiqueta de «masculinidad tóxica» a todo el género. Es un truco de prestidigitación que ignora la raíz del pecado en todos los corazones humanos, tanto masculinos como femeninos, y en su lugar convierte a los hombres en chivos expiatorios por ser los únicos defectuosos.
Pero aquí está el problema: esta narrativa no sólo tergiversa a los hombres, sino que les roba su propósito. Si la fuerza es tóxica, ¿por qué creó Dios a los hombres con ella? Si el liderazgo es opresivo, ¿por qué llamó a los hombres a administrar la tierra? La respuesta de la cultura es suprimir estos rasgos, castrar la virilidad y convertirla en algo pasivo y obediente. Sin embargo, eso no es lo que revelan las Escrituras.
La verdad bíblica: Fuerza con propósito
Génesis 1:26-28 sienta las bases de la auténtica hombría: «Entonces dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Y que tenga dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre el ganado y sobre toda la tierra…'». Desde el principio, el hombre recibió un mandato: gobernar, cultivar, poner orden en el caos. No se trataba de una licencia para dominar a los demás, sino de una llamada a reflejar el carácter de Dios mediante una fuerza resuelta.
Adán no era tóxico; se le encomendó una tarea. Fue colocado en el jardín «para trabajarlo y guardarlo» (Génesis 2:15), una doble función de cultivar la vida y protegerla. Su fuerza no era un defecto, sino un don destinado a servir. Y cuando el pecado entró en escena, no convirtió la masculinidad en algo tóxico, sino que corrompió la aplicación de esa fuerza. La caída no reescribió el diseño de Dios, sino que lo distorsionó.
Fíjate en los hombres que Dios eligió a lo largo de las Escrituras. David, un guerrero poeta, danzó ante el Señor y mató gigantes, aunque lloró por sus fracasos (2 Samuel 6:14, 1 Samuel 17:50, Salmo 51). Abraham, un hombre de fe emprendedora, lo dejó todo para seguir la llamada de Dios, confiando en promesas que nunca vería cumplidas (Génesis 12:1-4). Jesús mismo -el Hombre supremo- ejerció la autoridad con humildad, el poder con compasión y la fuerza con sacrificio. «Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8). Si eso es la masculinidad, es cualquier cosa menos tóxica: es redentora.
Las Cinco Pasiones de la Auténtica Hombría
En FivestarMan, esbozo cinco pasiones que definen la virilidad auténtica, arraigada en la intención original de Dios. Éstas contrastan con las acusaciones de la cultura:
Espíritu aventurero
La cultura dice que el deseo de aventura de un hombre es temerario o egoísta. Pero Dios creó a los hombres para explorar, para correr riesgos por Su gloria. Piensa en Noé construyendo un arca en medio del ridículo (Génesis 6) o en Pedro saliendo de la barca sobre las olas (Mateo 14:29). La aventura no es toxicidad: es fe en acción.
Impulso empresarial
La sociedad a menudo enmarca la ambición como codicia o dominación. Sin embargo, Dios llamó a los hombres a crear, a multiplicarse y a someter la tierra (Génesis 1:28). El ascenso de José de la esclavitud a la mayordomía en Egipto (Génesis 41) muestra cómo el impulso de un hombre puede bendecir a las naciones. No se trata de poder sobre los demás, sino de proveer a los demás.
Relaciones galantes
El mundo se burla de la caballerosidad por considerarla anticuada o condescendiente. Pero las Escrituras honran a los hombres que defienden a los débiles y sostienen la justicia. «Rescata a los que son llevados a la muerte; detén a los que tropiezan hacia el matadero» (Proverbios 24:11). La galantería no es opresión: es protección.
Carácter fiel
La cultura celebra al «chico malo» y desprecia el compromiso por aburrido. Sin embargo, Dios exalta la fidelidad: hombres como Daniel, que se mantuvo firme en una tierra pagana (Daniel 6), u Oseas, que amó sin descanso a pesar de la traición (Oseas 3). La fidelidad no es debilidad: es fortaleza bajo presión.
Corazón filantrópico
El estereotipo del hombre egoísta y machista se desmorona cuando vemos la llamada de Dios a la generosidad. «El que trae bendición será enriquecido, y el que riega será él mismo regado» (Proverbios 11:25). Desde Booz proveyendo a Rut (Rut 2) hasta Pablo recaudando para los pobres (2 Corintios 8), la verdadera hombría da.
Estas pasiones no son tóxicas, son transformadoras. No oprimen, sino que elevan. No destruyen, construyen.
La Verdadera Toxicidad: El Pecado, No La Hombría
Si somos sinceros, el problema no es la masculinidad: es el pecado. «Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). Cuando los hombres abusan de su fuerza, no es porque la fuerza sea mala; es porque el pecado tuerce lo que Dios hizo bueno. Lo mismo ocurre con las mujeres: el orgullo, la manipulación o la envidia no son «feminidad tóxica»; son fruto de una naturaleza caída. Culpar a la virilidad del quebrantamiento humano es como culpar a un martillo de una casa mal construida. El problema no es la herramienta, sino el usuario.
La solución de la cultura -avergonzar a los hombres para que se sometan- sólo ahonda la herida. Los hombres no necesitan ser castrados; necesitan ser redimidos. Y ahí es donde entra en juego el Evangelio. Cristo no vino a abolir la virilidad, sino a restaurarla. Tomó sobre Sí la maldición del pecado para que los hombres pudieran vivir su vocación sin vergüenza. «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1). La respuesta al comportamiento tóxico no es menos masculinidad: es la verdadera masculinidad, entregada a Dios.
Recuperar la Auténtica Hombría
Entonces, ¿los hombres son tóxicos? No. Los hombres están rotos como todos los demás, pero su diseño no es el defecto, sino su desconexión de Dios. La cultura quiere reescribir el guión, pero Dios ya nos ha dado el original. La auténtica hombría no consiste en señorear a los demás, sino en dar la vida por ellos. No se trata de demostrar tu valía, sino de demostrar tu fidelidad. No se trata de tomar, sino de dar.
Lo vemos en Jesús, que dijo «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28). Ése es el modelo. Ésa es la medida. Y ésa es la misión de todo hombre que lea esto. No fuiste creado para encogerte, disculparte por tu existencia o conformarte con una versión aguada de ti mismo. Fuiste creado para elevarte, para reflejar la imagen de Dios y para vivir las pasiones que Él sembró en ti.
Paso a la acción: Acepta el reto de los 45 días
Si estás preparado para rechazar las mentiras de la cultura y abrazar la auténtica hombría, tengo un reto para ti. En HombreCincoEstrellas.comhemos diseñado un Reto de 45 Días para ayudarte a encender en tu vida esas cinco pasiones: aventura, empresa, galantería, fidelidad y filantropía. No se trata de convertirte en otra persona, sino de convertirte en quien Dios hizo que fueras. A lo largo de 45 días, obtendrás pasos prácticos, perspectivas bíblicas y una comunidad de hombres que caminarán a tu lado.
El mundo puede llamarte tóxico, pero Dios te llama Su hijo. Es hora de vivir como tal. Visita FivestarMan.com hoy mismo, inscríbete en el Reto de 45 días y recuperemos juntos la auténtica hombría. La cultura no tiene la última palabra: la tiene Dios. Y Su palabra es clara: estás hecho de un modo temible y maravilloso (Salmo 139:14), llamado a un propósito que es cualquier cosa menos tóxico. Empecemos a vivirlo, día a día.
Neil Kennedy es el fundador de FivestarMan.com, dedicado a inspirar a los hombres a vivir con propósito, pasión y una ética de trabajo implacable arraigada en la verdad bíblica.