La llamada al valor: Una exhortación bíblica a superar la pasividad
C.S. Lewis escribió una vez «El valor no es simplemente una de las virtudes, sino la forma de toda virtud en el punto de prueba, lo que significa en el punto de más alta realidad».
Esta profunda afirmación revela una verdad entretejida a lo largo de las Escrituras: la valentía es el latido de una vida vivida audazmente para Dios. No es un rasgo aislado, sino el acero que mantiene unidas todas las virtudes piadosas cuando aumenta la presión. En un mundo que a menudo nos tienta hacia la pasividad -retrayéndonos, permaneciendo en silencio o conformándonos con la comodidad-, la Biblia nos llama a un nivel superior. He aquí cinco puntos de inspiración bíblica para estimular tu espíritu hacia la valentía y alejarlo de la parálisis de la pasividad.
1. El valor confía en las promesas de Dios por encima del silencio temeroso
Cuando los israelitas estaban al borde de la Tierra Prometida, doce espías regresaron con un informe. Diez se acobardaron, abrumados por los gigantes que vieron, y sus voces temblaron de miedo (Números 13:31-33). Pero Josué y Caleb se mantuvieron al margen, declarando, «El Señor está con nosotros. No les temáis» (Números 14:9). La pasividad susurra: «Ve a lo seguro; las probabilidades están en tu contra». El valor, sin embargo, se aferra a las promesas de Dios, incluso cuando el enemigo se cierne sobre nosotros. El miedo de los diez espías infectó a una nación, retrasando el plan de Dios durante una generación. La valentía de Josué y Caleb, aunque inicialmente ignorada, los marcó como hombres que entraron en la tierra que Dios juró dar. ¿Dónde dejas que el miedo silencie tu confianza? El valor da un paso adelante cuando Dios dice: «Ve».
2. La valentía se enfrenta al pecado, mientras que la pasividad lo ignora
El encuentro de David con Goliat es una clásica historia de valor (1 Samuel 17). Mientras los ejércitos de Israel retrocedían, paralizados por las burlas del filisteo, David -un pastorcillo- corrió hacia el gigante con una honda y una piedra. La pasividad ve el mal y se encoge de hombros, esperando que otro se ocupe de él. El valor lo afronta de frente, confiando en la fuerza de Dios por encima de la debilidad humana. David no esperó un permiso o un título; actuó porque su corazón ardía de celo por el nombre de Dios. La intuición de Lewis suena aquí a verdad: toda virtud -justicia, fe, rectitud- requiere valor para mantenerse firme en el punto de prueba. ¿A qué gigantes debes enfrentarte en tu vida? La pasividad retrasa la victoria; la valentía la reclama.
3. El valor dice la verdad cuando el silencio parece más seguro
El profeta Elías se enfrentó a una nación sumida en la idolatría, dirigida por un rey que había vendido su alma a Baal. En el monte Carmelo, desafió a 450 profetas, preguntándoles, «¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, seguidle» (1 Reyes 18:21). La pasividad habría mantenido a Elías callado, mezclado entre la multitud para evitar la ira de Ajab. Pero el valor le obligó a hablar, a invocar fuego del cielo y a despertar a un pueblo dormido. La verdad exige una voz, sobre todo cuando domina la mentira. Lewis nos recuerda que la valentía da forma a toda virtud en la acción; sin ella, la convicción permanece latente. ¿Eres lo bastante valiente para decir lo que es verdad, aunque te cueste?
4. El valor soporta las pruebas mientras que la pasividad busca la huida
La vida de Pablo fue un testamento de resistencia. Náufrago, golpeado, encarcelado, escribió, «Estad en guardia; manteneos firmes en la fe; sed valientes; sed fuertes» (1 Corintios 16:13). La pasividad busca la salida fácil, abandonando la lucha cuando sube el calor. La valentía se atrinchera, sabiendo que las pruebas nos refinan para el propósito de Dios. La determinación de Pablo no era obstinación ciega; era fe en Aquel que prometió, «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». (2 Corintios 12:9). En el momento de la prueba, como señala Lewis, el valor transforma la paciencia en perseverancia, la esperanza en confianza inquebrantable. ¿De qué prueba te sientes tentado a huir? Mantente firme: la fuerza de Dios brilla más allí.
5. El valor actúa por los demás, no sólo por uno mismo
La historia de Ester es una obra maestra de valentía desinteresada. Enfrentada al genocidio de su pueblo, arriesgó su vida diciendo, «Si perezco, perezco» (Ester 4:16). La pasividad pudo haberla mantenido a salvo en el palacio, ignorando los gritos más allá de sus muros. Sin embargo, su tío le dijo proféticamente que tuviera valor. El valor la llevó al trono del rey, sin ser invitada, para suplicar por los indefensos. La «realidad más elevada» de Lewis emerge aquí: el valor no es sólo coraje personal: es la forma del amor, la justicia y la misericordia cuando se ponen a prueba. La audacia de Ester salvó a una nación. ¿Quién necesita que des un paso al frente hoy? La valentía sacrifica la comodidad por el bien de los demás, reflejando el acto definitivo de Cristo en la cruz.
El Contraste: Pasividad vs. Coraje
La pasividad es una rendición lenta: una vida de «y si…» y de llamadas perdidas. El ejército israelita temblaba ante Goliat, los espías se alejaban de Canaán y la multitud callaba en el Carmelo. El valor, sin embargo, es la chispa de vida divina que hay en nosotros. Es David corriendo hacia el gigante, Elías llamando al fuego y Ester enfrentándose al peligro. Lewis lo tiene claro: la valentía no es opcional; es la forma que adopta toda virtud cuando la fe se encuentra con la realidad. Sin ella, somos espectadores de la historia de Dios. Con él, somos guerreros, profetas y libertadores.
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