Cómo transformar a tu hijo de adolescente a caballero
Era el campo de entrenamiento más improbable para los buenos modales: la sala de lucha. La filosofía deportiva del entrenador Ken Praytor se centraba tanto en cómo nos comportábamos fuera del tatami de lucha como en cómo lo hacíamos durante los combates. Tenía reglas de conducta. No importaba lo capaces que fuéramos como luchadores: si no cumplíamos sus normas, no representábamos al equipo.
Una de las normas era la exigencia del entrenador Ken de que lleváramos traje (como mínimo, chaqueta deportiva y corbata) a los torneos. Era finales de la década de 1970, y Estados Unidos salía de una revolución cultural. Los vaqueros y las camisetas informales eran la norma para la mayoría de los chicos de nuestra edad. Cuando entrábamos en el gimnasio, todo el mundo nos miraba. Se oía el silencio cuando unos ojos intimidados admiraban nuestra presencia. Sorprendentemente, ese respeto se trasladaba a las colchonetas cuando sonaba el silbato.
Aprendimos muchas cosas del entrenador Ken, la mayoría de las cuales no tenían nada que ver con la lucha libre. Aprendimos lecciones de vida: cómo comportarnos en una sala, cómo representarnos en las conversaciones, cómo mantenernos erguidos, mirar a los demás a los ojos y dar la mano, cosas que nos distinguían de nuestros compañeros.
He aquí cómo transformar a un adolescente en un caballero.
1. Enseña el lenguaje de los caballeros
«Por favor. Gracias. Disculpe». Si un joven utiliza habitualmente estas frases, se distinguirá entre sus compañeros. Un restaurante es un buen lugar para practicar durante los primeros años de la infancia. Enseña a tu hijo a mirar directamente al camarero mientras pide la comida. Enséñale a decir «Gracias» cuando reciba la comida. Si necesita ir al baño, enséñale a decir: «Disculpe». Cuando el camarero pregunte: «¿Quiere más refresco?», enseña a tu hijo a responder: «Sí, por favor». Ser joven no excusa los malos modales.
Estaba decidida a enseñar a mis hijos a comportarse con cortesía y elegancia en los restaurantes. Si no lo hacían, sencillamente no los llevaría. Esto enseñó a mis hijos a desenvolverse en situaciones adultas, y supe que se representarían a sí mismos (y a mí) con dignidad. Mis hijos aprendieron a comportarse bien, no por intimidación o amenazas de castigo, sino porque habían aprendido modales.
2. Enseña cómo habla y trata un caballero a una mujer
Galante: es una palabra anticuada, algo arcaica en nuestro idioma; sin embargo, define perfectamente la relación de un caballero con el sexo opuesto. Debe ser galante, lo que significa que muestra especial atención y respeto hacia las mujeres de forma honorable. Un hombre galante trata a las mujeres mayores como trataría a su madre, y a las más jóvenes como a su hija. Trata a sus compañeras como trataría a su hermana. Un adolescente galante destaca sin duda entre sus compañeros. Nunca le faltará la atención de las jóvenes, pues las verdaderas damas siempre se fijarán en él.
Enseñé a mi hijo a tratar a su madre con respeto y dignidad, mostrándole una atención especial. Modelé las normas abriéndole las puertas, cogiéndole siempre la mano en los escalones y poniéndome de pie para saludarla adecuadamente. Corregía a mi hijo en privado y educadamente si se olvidaba de hacer lo mismo.
Cuando mi hijo tenía unos 14 años, contestó a su madre con un tono brusco y despectivo cuando ella le hizo una pregunta sencilla. Le pedí que saliera fuera conmigo. Cuando nos quedamos solos, le dije: «Hijo, tienes que entender algo. Tu madre no es sólo tu madre. También es mi esposa. Yo no le hablo así. No permito que nadie le hable así. Tú tampoco tienes permiso para hablarle así». Lo entendió perfectamente e inmediatamente se disculpó. Cambió su forma de hablar a su madre. Había adquirido una nueva perspectiva sobre la relación de sus padres.
3. Enseña a tu hijo a establecer contacto visual y a dar la mano
Como autor y orador, hablo en conferencias de hombres cada semana. Invariablemente, me presentan a hombres con sus hijos cerca. Normalmente, el adolescente se sitúa a un par de metros de su padre mientras entablamos conversación. Tengo la costumbre de cogerle la mano y atraerle a la conversación. Quiero que se sienta bienvenido e implicado.
Muy a menudo, un joven no sabe estrecharme la mano correctamente, mirarme a los ojos y presentarse por su nombre. Entonces, yo le hago exactamente eso. Esos jóvenes captan enseguida y devuelven mis saludos y gestos. Ofrécele a tu hijo estas experiencias, breves seminarios sobre cómo ser un caballero. Recordará esos momentos. Utilizará lo que aprenda. Se convertirá en su punto de partida para ser un verdadero caballero.
Como hacemos todos, reflexiono sobre mi experiencia en el instituto, analizando las cosas que aprendí y los caminos que me llevaron adonde estoy en la vida. Para mí, no hay una experiencia más profunda de ningún profesor que supere lo que aprendí del entrenador Ken sobre cómo ser más que un atleta, sobre cómo ser un caballero.
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