El Esquema de la Pregunta: Una Táctica Eterna de Engaño

El «Esquema de la Pregunta» es una táctica de manipulación sutil pero poderosa, basada en cuestionar la verdad, la autoridad o la identidad de su objetivo. Esta estrategia, empleada por la serpiente en el Jardín del Edén, por Satanás en la tentación de Jesús y por los fariseos en sus desafíos a Jesús, revela una pauta constante de sembrar la duda, distorsionar la verdad y provocar pasos en falso. A continuación, examinamos cómo se ilustra esta táctica en estos relatos bíblicos y su significado perdurable.

1. La Serpiente en el Jardín (Génesis 3:1-5)

La interacción de la serpiente con Eva en el Jardín del Edén es el arquetipo del Esquema de la Pregunta. La serpiente comienza con una pregunta aparentemente inocente: «¿Dijo Dios realmente: ‘No debes comer de ningún árbol del jardín’?» (Génesis 3:1, NVI). Esta pregunta no es una indagación genuina, sino una maniobra calculada con múltiples capas de engaño:

Sembrar la duda: Al tergiversar la orden de Dios (que era específica para un árbol, no para todos los árboles), la serpiente siembra la incertidumbre sobre las palabras y las intenciones de Dios.

Cuestionamiento de la autoridad: La pregunta cuestiona sutilmente la autoridad de Dios, dando a entender que Su mandato podría ser arbitrario o poco razonable.

Respuesta provocadora: La serpiente atrae a Eva a un diálogo, llevándola a aclarar el mandato de Dios, pero también abriendo la puerta a una mayor manipulación. Entonces la serpiente se intensifica contradiciendo a Dios abiertamente: «No morirás ciertamente» (Génesis 3:4), tergiversando la verdad y apelando a los deseos de Eva.

El esquema de la pregunta aquí es eficaz porque disfraza la malicia de curiosidad, lo que lleva a Eva a cuestionar la bondad de Dios y, en última instancia, a desobedecer.

2. La tentación de Satanás a Jesús (Mateo 4:1-11)

Satanás emplea la misma táctica cuando tienta a Jesús en el desierto, utilizando preguntas y desafíos para socavar la identidad y la misión de Jesús. Cada tentación comienza con una sutil puñalada a la filiación divina de Jesús: «Si eres Hijo de Dios…» (Mateo 4:3, 6). Esta frase no es una pregunta neutral, sino una provocación calculada:

Cuestionar la identidad: El «si» pone en duda la identidad de Jesús como Hijo de Dios, a pesar de la afirmación de Dios en el bautismo de Jesús (Mateo 3:17). Satanás intenta provocar a Jesús para que se pruebe a sí mismo mediante actos innecesarios.

Distorsión de la verdad: En la segunda tentación, Satanás cita el Salmo 91:11-12 para sugerir que Jesús podría saltar del templo y ser protegido (Mateo 4:6). Este mal uso de las Escrituras tergiversa la promesa de Dios y la convierte en una prueba del favor divino, una táctica que recuerda a la distorsión de las palabras de Dios por parte de la serpiente.

Apelar a la debilidad: Cada tentación se dirige a una vulnerabilidad potencial -hambre, orgullo o deseo de poder- enmarcada como un curso de acción razonable.

Jesús contrarresta la estratagema de la pregunta apoyándose en las Escrituras, respondiendo con claridad y autoridad (por ejemplo: «Escrito está…»). Se niega a participar en el juego de la duda de Satanás, demostrando que esa táctica fracasa frente a la confianza inquebrantable en la verdad de Dios.

3. Las preguntas de los fariseos a Jesús (Mateo 22:15-46)

Los fariseos utilizan con frecuencia el Esquema de la Pregunta para atrapar a Jesús, intentando desacreditarle o provocarle un paso en falso. Sus preguntas están elaboradas para parecer legítimas, pero están diseñadas para atrapar:

La cuestión del impuesto (Mateo 22:15-22): Los fariseos preguntan: «¿Es justo pagar o no el impuesto imperial al César?». (Mateo 22:17). Esta pregunta es una trampa: responder «sí» alienaría a la multitud judía, mientras que «no» invitaría a los romanos a acusarles de rebelión. La pregunta asume una opción binaria, ignorando los matices, y pretende arrinconar a Jesús.

La pregunta de la resurrección (Mateo 22:23-33): Los saduceos, aliados de los fariseos, plantean un escenario hipotético sobre una mujer con siete maridos, preguntando: «En la resurrección, ¿de quién será esposa?». (Mateo 22:28). Esta pregunta se burla del concepto de resurrección (que los saduceos rechazaban) e intenta hacer que las enseñanzas de Jesús parezcan absurdas.

El Mayor Mandamiento (Mateo 22:34-40): Un abogado pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley?» (Mateo 22:36). Aunque menos hostil, la pregunta pone a prueba la sabiduría de Jesús, con la esperanza de exponer un fallo en su comprensión.

En cada caso, Jesús reconoce el esquema de la pregunta y responde con sabiduría divina, a menudo volviendo la pregunta contra Sus adversarios (por ejemplo, «¿De quién es esta imagen?» en la pregunta sobre los impuestos, Mateo 22:20). Sus respuestas desenmascaran el engaño que se oculta tras las preguntas y afirman Su autoridad.

Anatomía del plan

En estos ejemplos, el esquema de la pregunta sigue un patrón coherente:

Una premisa engañosa: La pregunta se formula para tergiversar la verdad, la autoridad o la intención (por ejemplo, la exageración de la serpiente sobre el mandato de Dios).

Siembra la duda o la división: Siembra la incertidumbre o crea un falso dilema (por ejemplo, la pregunta de los fariseos sobre los impuestos).

Provocar una reacción: La pregunta busca provocar una respuesta que pueda ser explotada (por ejemplo, el desafío de Satanás a la identidad de Jesús).

Aparentar inocencia: La táctica a menudo se disfraza de curiosidad, piedad o razón, enmascarando su intención maliciosa.

Relevancia hoy

El esquema de la pregunta sigue siendo una potente herramienta de engaño en los contextos modernos. Aparece en la retórica manipuladora, en el encuadre de los medios de comunicación o en las interacciones personales, donde las preguntas se utilizan para socavar la confianza, distorsionar la verdad o provocar división. Reconocer esta táctica exige discernimiento: comprobar la intención de las preguntas, fundamentar las respuestas en la verdad y negarse a caer en las trampas de la duda o la actitud defensiva.

Al igual que Jesús contraatacó con las Escrituras y la sabiduría, nosotros podemos resistir el ardid de la pregunta anclándonos en la verdad, cuestionando los motivos del interrogador y respondiendo con claridad y gracia. La serpiente, Satanás y los fariseos fracasaron cuando sus preguntas se encontraron con una fe y un discernimiento inquebrantables. Del mismo modo, hoy podemos superar esta táctica intemporal.