¿Es masculino el cristianismo? ¡Debería serlo!

El cristianismo tiene un problema de reputación. Con demasiada frecuencia, se ve como melodías suaves, sermones educados y un Jesús que se siente más como un amigo que como un Rey. Ésa no es la fe de las Escrituras. La Biblia palpita con un cristianismo robusto y musculoso: hombres como David, Josué y Pablo, que vivieron con valentía y fiereza para Dios. El propio Jesús no se amilanó; asaltó templos y se enfrentó a la muerte. Hoy en día, los hombres -especialmente los jóvenes- están hambrientos de una fe que se corresponda con el impulso que Dios les ha dado. Puede que la iglesia «feminizada» haya embotado los bordes, pero podemos recuperar su corazón masculino. He aquí cinco maneras bíblicas de hacer musculoso el cristianismo.

1. El Cristianismo Puede Ser Musculoso Cuando los Hombres Aceptan la Llamada a la Batalla Espiritual

El cristianismo no es un retiro; es una guerra. Efesios 6:12 dice, «No luchamos contra carne y sangre, sino contra… fuerzas espirituales del mal». Los hombres prosperan cuando hay una lucha que merece la pena ganar. El pecado, la mentira y las tinieblas no son sugerencias que ignorar: son enemigos que aplastar. Ponte la armadura (Efesios 6:11) -la verdad como cinturón, la fe como escudo- y embiste en la refriega. La Palabra de Dios es tu espada; blandela a diario. Una fe masculina no se acobarda; se mantiene en pie y ataca, confiando en el poder de Dios para prevalecer.

2. El cristianismo puede ser musculoso cuando los hombres lideran con convicción valiente

Josué 1:9 ordena, «Sé fuerte y valiente. No tengas miedo… porque el Señor, tu Dios, está contigo». Los hombres están hechos para liderar, no con arrogancia, sino con agallas arraigadas en Dios. La iglesia de los «chicos buenos» rehúye las verdades duras, pero una fe masculina habla claro. Llama al pecado por su nombre. Defiende a los débiles. Guía a tu familia o amigos con mano firme. Jesús no se anduvo con rodeos con los fariseos (Mateo 23:27); nosotros tampoco deberíamos hacerlo cuando está en juego la verdad. El valor no es opcional: es nuestra vocación.

3. El cristianismo puede ser musculoso cuando los hombres buscan la fuerza mediante el sacrificio

Filipenses 2:8 dice que Jesús «se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Eso no es debilidad, es fuerza de hierro. El cristianismo masculino no consiste en exhibirse, sino en dar la vida. Sirve a tu mujer como Cristo amó a la Iglesia (Efesios 5:25). Sé el mentor de un niño. Trabaja duro para proveer. El sacrificio fortalece los músculos espirituales y morales. El mundo persigue la comodidad; nosotros perseguimos la cruz, encontrando el poder en darlo todo.

4. El cristianismo puede ser musculoso cuando los hombres forjan una comunidad de campeones

Eclesiastés 4:12 declara, «Un cordón triple no se rompe pronto». Los lobos solitarios no duran: los hombres necesitan hermanos. La iglesia primitiva no era una actuación en solitario; Hechos 2:44 muestra a los creyentes unidos, compartiendo la vida. Una fe masculina forja vínculos: hombres que rezan, sudan y luchan juntos contra la tentación. Abandona las conversaciones superficiales y triviales. Encuentra hombres que te afilen (Proverbios 27:17), te hagan rendir cuentas y asalten las puertas del infierno a tu lado. La hermandad no es blanda: es acero templado por la lealtad y la verdad.

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5. El cristianismo puede ser musculoso cuando los hombres viven con un propósito inquebrantable

Pablo escribió, «Prosigo hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús». (Filipenses 3:14). Una fe masculina no es una fe sin rumbo; es una fe impulsada. Dios no te creó para ir a la deriva, sino para una misión. Conoce tu porqué: glorificarle, amar a los demás y hacer avanzar Su reino. David corrió contra Goliat porque conocía a su Dios (1 Samuel 17:46). Jóvenes, rechazad la neblina de los videojuegos y los ligues, aferraos a la llamada de Cristo. El propósito alimenta el valor; es el fuego que hace que la fe sea feroz.

Recuperar el Evangelio robusto

No se trata de fanfarronería ni de estereotipos, sino de hombría bíblica. Imagínate el cristianismo vivo: hombres que rezan como guerreros, que lideran con entereza, que se sacrifican por amor, que permanecen hombro con hombro y que corren con ahínco tras Dios. Ésa no es una fe «feminizada»; es la auténtica. Apocalipsis 19:11 muestra a Jesús regresando como vencedor, «vestido con un manto empapado en sangre». Ése es nuestro Rey, y nosotros somos Sus hijos, construidos para reflejar Su fuerza.

Jóvenes, el mundo es un campo de batalla: las familias se tambalean, se burlan de la verdad. No estás aquí para quedarte sentado. Hombres mayores, mostrad el camino. Juntos, podemos despojarnos de la pelusa y hacer que el cristianismo vuelva a ser masculino, no por la fuerza, sino por la fe. El Salmo 18:32 dice, «Es Dios quien me arma de fuerza». Esa es nuestra fuente de energía. Aprovechémosla y vivámosla en voz alta.

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