Hijo del Padre: Barrabás, el Culpable y el Don de la Redención

«Era una antigua costumbre que durante la Fiesta el gobernador indultara a un solo prisionero nombrado por la multitud. En aquel momento, tenían en la cárcel al infame Jesús Barrabás. Con la multitud ante él, Pilato dijo: «¿A qué prisionero queréis que indulte: ¿A Jesús Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?». Pilato sabía que era por puro rencor por lo que le habían entregado a Jesús». – Mateo 27:15-18 (Mensaje)

La mujer de Pilato envió un mensaje a su marido, «No te líes juzgando a este noble hombre. Acabo de pasar una noche larga y agitada a causa de un sueño sobre él».

En un intento de eludir su responsabilidad de hacer justicia, Pilato permitió que la multitud decidiera quién sería liberado. Los líderes religiosos utilizaron sus cargos para manipular a la multitud y aprovecharse del matiz de los nombres para determinar el resultado.

El nombre de Jesús Barrabás conlleva un matiz de peso. En arameo, Barrabás significa «hijo del padre». Así pues, tenemos a Jesús, Hijo del Padre, junto a Jesús, el Hijo eterno del Padre. Uno es un hombre imperfecto y caído, encadenado por sus pecados; el otro es el Salvador divino, perfecto e intachable. Barrabás nos representa: la humanidad en su quebrantamiento, culpable, pero a la que se ofrece la libertad mediante el sacrificio del inocente.

He aquí cinco puntos de inspiración bíblica para reflexionar sobre por qué Jesús Barrabás encarna al hombre y cómo su historia nos señala el poder transformador de la gracia de Cristo.

 

1. Barrabás: El espejo culpable de la humanidad

Las Escrituras pintan a Barrabás como un hombre sumido en el pecado: un rebelde, un asesino, un hombre atado por las cadenas de sus elecciones (Marcos 15:7). No es un héroe; es un criminal, merecedor de la pena de muerte según la ley romana. Sin embargo, en su culpa, Barrabás es el reflejo de cada uno de nosotros. Romanos 3:23 declara, «Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios». Como Barrabás, somos prisioneros de nuestra propia creación, enredados en la rebelión contra la norma perfecta de Dios. Nuestros pecados -ya sea el orgullo, la codicia o la envidia- nos atan, y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23).

Barrabás no se ganó su libertad; fue elegido para ella. En esto refleja la condición humana: somos culpables, pero la gracia de Dios nos ofrece una salida. La elección de la multitud de liberar a Barrabás en lugar de a Jesús no fue sólo un error judicial; fue una trampa divina para revelar el corazón del Evangelio: que los culpables pueden ser liberados porque el inocente ocupó su lugar.

2. El Nombre: Hijo del Padre

El nombre de Jesús Barrabás es un detalle sorprendente. Los primeros manuscritos del Nuevo Testamento, como el Códice Sinaítico, incluyen su nombre completo, Jesús Barrabás, subrayando el paralelismo con Jesucristo. Mientras que Jesucristo es el Hijo eterno del Padre, Barrabás, «hijo del padre», representa la filiación caída de la humanidad. Fuimos creados para ser hijos e hijas de Dios, portadores de Su imagen (Génesis 1:27), pero el pecado fracturó esa relación. Barrabás, con su nombre compartido, se erige en símbolo de lo que debíamos ser y en lo que nos convertimos por el pecado.

Sin embargo, en el intercambio de aquel fatídico día, vemos la belleza de la redención. Jesús, el Hijo verdadero, ocupa el lugar de Barrabás, el hijo descarriado. Mediante el sacrificio de Cristo, somos adoptados de nuevo en la familia de Dios, como proclama Gálatas 4:4-5: «Pero cuando se cumplió plenamente el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo… para redimir a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción para la filiación». El nombre de Barrabás nos recuerda que nosotros también podemos ser restaurados como hijos e hijas del Padre mediante la obra expiatoria de Cristo.

3. El Intercambio: Culpables liberados, inocentes condenados

La transacción en la cruz es el corazón del Evangelio. Barrabás, culpable y merecedor de la muerte, sale libre, mientras que Jesús, inocente y sin pecado, es crucificado. Este intercambio es la esencia de la expiación sustitutiva. Isaías 53:5 predijo este momento: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo que nos trajo la paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros curados». Jesús cargó con la cruz de Barrabás, igual que carga con la nuestra.

Imagina el desconcierto de Barrabás cuando le quitaron los grilletes de las muñecas. No alegó ni se defendió; simplemente se le concedió la libertad. Lo mismo ocurre con nosotros. Efesios 2:8-9 nos recuerda, «Porque por gracia habéis sido salvados mediante la fe -y esto no procede de vosotros, sino que es don de Dios-, no por obras, para que nadie pueda gloriarse». La liberación de Barrabás es nuestra historia: una libertad que no nos ganamos, obtenida mediante un sacrificio que no merecíamos.

4. La elección: el rechazo de la humanidad, la redención de Dios

La elección de la multitud de liberar a Barrabás y crucificar a Jesús revela las tinieblas del corazón humano. Influidos por el miedo, la envidia y la mentalidad mafiosa, eligieron a un criminal en lugar de a su Mesías (Mateo 27:20-21). Esta decisión se hace eco de la tendencia de la humanidad a rechazar la verdad de Dios en favor de la comodidad efímera o la ganancia mundana. Sin embargo, incluso en este rechazo, se despliega el plan redentor de Dios. Lo que la muchedumbre quería para el mal, Dios lo utilizó para el bien (Génesis 50:20).

La libertad de Barrabás no fue el final de su historia; fue una invitación a la transformación. Las Escrituras no nos dicen qué fue de él, pero su liberación simboliza la oportunidad que tiene todo pecador de responder a la gracia. ¿Nos alejaremos, como Barrabás, de la cruz sin cambiar, o reconoceremos a Aquel que ocupó nuestro lugar y viviremos de forma diferente? Romanos 12:2 nos exhorta, «No os conforméis al modelo de este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente». La historia de Barrabás nos desafía a abrazar la libertad que Cristo nos ofrece y a vivir como hijos redimidos del Padre.

5. La Cruz: El acto supremo de amor

La cruz donde murió Jesús estaba destinada a Barrabás. Cada clavo, cada espina, cada latigazo estaban destinados al culpable, pero en su lugar los soportó el inocente. Juan 15:13 declara, «Nadie tiene mayor amor que éste: dar la vida por los amigos». El sacrificio de Jesús no fue sólo por Barrabás; fue por ti, por mí, por todos los que están atados por el pecado. Su amor es el poder que rompe nuestras cadenas y nos libera.

La historia de Barrabás es una llamada a maravillarnos ante este amor. No somos liberados para continuar en el pecado, sino para vivir para Aquel que nos salvó. Gálatas 5:1 proclama, «Para libertad nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis cargar de nuevo con un yugo de esclavitud». La cruz nos invita a vivir con valentía, determinación y gratitud como hombres transformados por la gracia.

Una invitación a la transformación

La historia de Jesús Barrabás es más que un momento histórico; es un espejo que refleja nuestra propia necesidad de redención. Como Barrabás, somos culpables, pero se nos ofrece la libertad mediante el sacrificio del Hijo inocente del Padre. Esta gracia no es una licencia para permanecer en el pecado, sino una llamada a vivir como auténticos hombres de Dios impulsados por un propósito.

Te invito a participar en el Reto de 45 días en FivestarMan.com. Este viaje transformador te equipará para vivir la libertad que Cristo ha ganado para ti, abrazando tu identidad como hijo del Padre. A través de disciplinas diarias, reflexiones bíblicas y pasos prácticos, te convertirás en el hombre que Dios te creó: fuerte, con propósito y libre. ¿Aceptarás el reto de caminar en la libertad que recibió Barrabás y vivir para Aquel que ocupó tu lugar?

Neil Kennedy es el fundador de FivestarMan, dedicada a inspirar a los hombres a vivir con auténtica masculinidad y propósito.