Hombres, no dejéis que la sociedad moderna os mienta: Ser padre es lo mejor de la vida

La sociedad moderna suele pintar la paternidad como una carga, un papel secundario que compite con la carrera, las aficiones o la libertad personal. El mundo susurra mentiras: «Te perderás a ti mismo», «Es demasiada responsabilidad» o «No estás hecho para ello». Pero como hombres de Dios, debemos rechazar estos engaños. La paternidad no es un sacrificio de tu propósito; es el cumplimiento del mismo. La Biblia llama a los hijos «herencia del Señor» (Salmo 127:3), y ser padre es una de las llamadas más profundas que puede abrazar un hombre. Es hora de levantarse, rechazar las mentiras y adentrarse en la alegría, la fuerza y el legado de la paternidad.

La paternidad no es un sacrificio de tu propósito; es el cumplimiento del mismo.

He aquí cinco razones bíblicas por las que ser padre es lo mejor de la vida, y por las que deberías abrazarlo con pasión y determinación.

1. La paternidad refleja el corazón de Dios

Dios se revela como nuestro Padre, un título que subraya Su amor, provisión y guía. Cuando entras en la paternidad, reflejas Su carácter. Efesios 6:4 instruye, «Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino educadlos en la disciplina y la instrucción del Señor». Se trata de un mandato divino para educar, enseñar y dirigir con sabiduría.

Como padre, tienes el privilegio de mostrar a tus hijos el amor de Dios a través de tus acciones, ya sea consolándoles tras una caída, enseñándoles a rezar o modelándoles la integridad. Cada abrazo, cada lección, cada momento de disciplina refleja el corazón del Padre. Puede que la sociedad te diga que la paternidad disminuye tu libertad, pero en realidad eleva tu propósito, alineándote con el diseño de Dios para la hombría.

2. La paternidad construye un legado de fe

Proverbios 22:6 dice «Instruye al niño en el camino que debe seguir, y cuando sea viejo no se apartará de él». Tu papel como padre moldea no sólo la vida de tus hijos, sino también la de las generaciones venideras. Al inculcar valores bíblicos, creas un legado que te sobrevive. Piensa en Abraham, cuya fe condujo a un pacto que bendijo a las naciones (Génesis 22:18). Dios destacó a Abraham y lo eligió para ser el Padre de muchas naciones, porque sabía que Abraham dirigiría a sus hijos. Sus hijos son flechas en su aljaba (Salmo 127:4), enviadas para impactar en el mundo para gloria de Dios.

La sociedad impulsa una narrativa de gratificación instantánea -buscar riqueza o estatus-, pero la paternidad ofrece algo eterno. Cuando enseñas a tu hijo a defender la verdad o a tu hija a confiar en el plan de Dios, estás construyendo una herencia espiritual. Es el tipo de riqueza que la polilla y el óxido no pueden destruir (Mateo 6:20).

3. La paternidad afina tu carácter

La paternidad es un crisol de crecimiento. Exige paciencia, abnegación y valentía, cualidades que concuerdan con el ejemplo de Cristo. Santiago 1:2-4 nos recuerda que las pruebas producen perseverancia y madurez. Las noches sin dormir, las conversaciones difíciles, los sacrificios… te refinan y te convierten en un hombre de Dios más fuerte.

Puede que la sociedad celebre la mentalidad del «lobo solitario», pero la paternidad te enseña a servir a los demás antes que a ti mismo. Cuando priorizas las necesidades de tu familia sobre las tuyas, cultivas la humildad y el amor. Esto no es debilidad; es la fuerza de un hombre que sigue a Jesús, que «no vino a ser servido, sino a servir» (Marcos 10:45). La paternidad no disminuye tu hombría: la forja.

4. La paternidad aporta una alegría incomparable

Hay una alegría en la paternidad que ninguna otra cosa puede igualar. El Salmo 127:5 declara, «Dichoso el hombre cuyo carcaj está lleno [de hijos]». La risa de tu hijo, el orgullo de verle crecer, los momentos tranquilos en los que confía plenamente en ti… son regalos de Dios. La sociedad puede vender placeres fugaces, pero la alegría profunda y duradera de la paternidad es un manantial que nunca se seca.

He visto a hombres iluminarse cuando su hijo pequeño les llama «papá» o cuando su hijo adolescente les pide consejo. Estos momentos nos recuerdan que la paternidad es un privilegio divino. Jesús dijo, «He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10:10). La paternidad, cuando se abraza con fe, es una muestra de esa vida abundante.

5. La paternidad es una llamada al liderazgo

Dios llama a los padres a dirigir a sus familias con valentía y convicción. Deuteronomio 6:6-7 lo ordena, «Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón. Se las enseñarás diligentemente a tus hijos». No se trata de una crianza pasiva, sino de un liderazgo activo e intencionado. No eres sólo un proveedor o un disciplinario; eres un mentor, un guía, un pastor.

La sociedad a menudo castra a los hombres, restando importancia a su papel en el hogar, pero la Palabra de Dios eleva a los padres como jefes espirituales de sus hogares. Dirigir a tu familia en la oración, modelar la hombría bíblica y permanecer firme en la fe son actos de valor. La paternidad no es un papel secundario; es el campo de misión que Dios te ha dado.

Rechaza las mentiras, abraza la verdad

Las mentiras del mundo sobre la paternidad son ruidosas, pero la verdad de Dios es más ruidosa. Ser padre no es una carga: es una bendición. No es una pérdida de identidad, sino el descubrimiento de tu vocación. No es una distracción de tu propósito: es el corazón del mismo. Como hombres, debemos rechazar la narrativa cultural que devalúa la paternidad y abrazar la visión bíblica de la auténtica hombría.

La paternidad es lo mejor de la vida porque te alinea con el corazón de Dios, construye un legado, agudiza tu carácter, aporta alegría y te llama a liderar. No dejes que las mentiras de la sociedad te frenen. Da un paso al frente, toma las riendas y conviértete en el padre que Dios te creó para ser.

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Neil Kennedy es el fundador de FivestarMan y autor de FivestarMan: Las Cinco Pasiones de la Auténtica Hombría. Lleva más de 40 años promoviendo apasionadamente la Palabra de Dios, inspirando a los hombres para que se levanten y abracen los papeles que Dios les ha dado.