Las primeras palabras que Dios pronunció sobre el hombre: Cinco bendiciones para una vida con propósito

Cuando Dios creó al Hombre, no nos dejó vagar sin rumbo. Las primeras palabras que pronunció sobre el hombre no fueron aleatorias ni casuales: fueron una declaración divina, una intención direccional, una bendición repleta de propósito, autoridad y promesa. En Génesis 1:28, estas palabras son: «Dios los bendijo y les dijo: ‘Sed fecundos y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla. Dominad…'». No se trata sólo de una nota histórica a pie de página; es un mandato fundacional que resuena a través del tiempo, llamando a cada hombre a vivir con intención e impacto.

Desgranemos este versículo y descubramos las cinco bendiciones distintas que se entretejen en las primeras palabras de Dios sobre nosotros: bendiciones que aún hoy conforman nuestra identidad y vocación.

1. Dios bendijo al hombre para que fuera fecundo

«Sed fecundos…» El mandato inicial de Dios es una llamada a producir, a crear, a dar frutos que reflejen Su naturaleza. Esto no se limita a la reproducción física: es un encargo para cultivar una vida de abundancia en todas las esferas. En Juan 15:8, Jesús se hace eco de esto: «Esto es para gloria de mi Padre, que deis mucho fruto, mostrándoos discípulos míos».

La fecundidad significa que tu vida deja un legado, ya sea a través de tu trabajo, tus relaciones o tu fe. Se trata de administrar lo que Dios te ha dado para producir algo bueno, duradero y que honre a Dios. Un hombre fructífero no se limita a consumir; contribuye.

Un hombre se parece más a su Creador cuando crea.

2. Dios bendijo al hombre para que se multiplicara

«…y aumentar en número…». Esta segunda bendición tiene que ver con la expansión. Dios no nos diseñó para permanecer pequeños o estancados. Nos diseñó para crecer, para multiplicar lo que está en nuestras manos: nuestros talentos, recursos e influencia. Piensa en la parábola de los talentos de Mateo 25:14-30. Los siervos que multiplicaron lo que se les dio fueron alabados, ascendidos y recompensados personalmente, mientras que el que enterró su talento fue reprendido.

La multiplicación es una mentalidad. Es ver potencial donde otros ven límites. Es levantar a otros, construir familias, comunidades y movimientos que lleven adelante el propósito de Dios. Un hombre bajo esta bendición no acumula; invierte.

3. Dios bendijo al hombre por su influencia

«…llenad la tierra…». Aquí, Dios nos llama a extendernos, a tomar terreno, a dar a conocer Su presencia por todo el mundo. No se trata de dominar para obtener beneficios egoístas, sino de extender la cultura del cielo allá donde vayamos. En Mateo 5:13-16, Jesús nos llama sal y luz, agentes de transformación en un mundo insípido y oscuro.

Llenar la tierra significa que tu vida tiene alcance. No se trata de permanecer cómodo en tu rincón, sino de ir a nuevos lugares -geográfica, relacional o culturalmente- para llevar la bondad de Dios. Un hombre influyente no se retira; avanza.

4. Dios bendijo al hombre con autoridad

«…y somételo…». Esta cuarta bendición es una llamada a tomar las riendas. La palabra » someter» implica que hay resistencia: caos, desorden o desafíos que hay que controlar. Dios no creó una humanidad pasiva; nos dio autoridad para moldear nuestro entorno. Romanos 16:20 promete, «El Dios de la paz aplastará pronto a Satanás bajo vuestros pies».

El sometimiento no consiste en la fuerza bruta, sino en la fuerza disciplinada. Es dominar tus propios impulsos, domar la naturaleza salvaje que llevas dentro y poner orden en lo que se rompe a tu alrededor. Un hombre con autoridad no retrocede, se mantiene firme.

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5. Dios bendijo al hombre para que tuviera dominio

«…Regla…» La bendición final nos corona de responsabilidad. Gobernar es gobernar con sabiduría, dirigir con justicia y cuidado, reflejando el corazón de Dios. El Salmo 8:6 se maravilla de ello: «Los hiciste gobernadores de las obras de tus manos; todo lo pusiste bajo sus pies». No somos tiranos, sino administradores, encargados de gestionar la creación de Dios.

Dominio es liderazgo con propósito. Es guiar a tu familia, lugar de trabajo o comunidad con integridad y visión. Es ejercer el poder no para uno mismo, sino para el florecimiento de los demás. Un hombre de dominio no va a la deriva; dirige.

Vivir las Cinco Bendiciones

Estas cinco bendiciones -fructificación, multiplicación, influencia, autoridad y dominio- no son ideales abstractos. Son el ADN de la vida de un hombre piadoso. Cuando Dios les habló, no se dirigía sólo a Adán; nos hablaba a ti y a mí, incrustando Su propósito en nuestro propio ser.

Pero aquí está el truco: las bendiciones no son automáticas. Requieren una respuesta. Adán no se sentó a esperar que le cayeran frutos: trabajó en el jardín (Génesis 2:15). Nosotros también debemos aprovechar estas bendiciones con fe y acción. La Caída fracturó nuestra capacidad de vivirlas a la perfección, pero mediante Cristo, el Edén se restaura y nuestro trabajo se convierte en adoración. Colosenses 1:10 nos exhorta «a vivir una vida digna del Señor y agradarle en todo: dando fruto en toda obra buena, creciendo en el conocimiento de Dios».

¿Qué aspecto tiene esto en la práctica? Un hombre fructífero se vuelca en su oficio, creando valor; un hombre multiplicador sirve de mentor a otros, criando a la siguiente generación. Un hombre influyente lleva la luz de Dios a lugares oscuros. Un hombre con autoridad domina sus tentaciones y pone orden en el caos. Un hombre gobernante dirige su esfera con sabiduría y gracia.

La llamada a levantarse

Las primeras palabras de Dios al hombre no fueron una sugerencia, sino un encargo. Revelan quiénes estamos destinados a ser: hombres con propósito, no pasivos. Demasiados de nosotros nos conformamos con menos, yendo a la deriva por la vida sin reclamar la plenitud de lo que Dios ha dicho. Pero la voz del Creador aún resuena, llamándonos a elevarnos hacia estas cinco bendiciones.

En un mundo que a menudo despoja a los hombres de la identidad que Dios les ha dado, necesitamos reclamar este mandato. Puede que la cultura nos diga que nos retraigamos, que persigamos la comodidad en lugar de la vocación, pero Dios dice, «Sed fecundos. Multiplicaos. Llenad. Dominad. Dominad». No es un susurro, es una carga.

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Neil Kennedy es el fundador de FivestarMan, un movimiento dedicado a despertar la masculinidad auténtica mediante principios bíblicos y una vida con propósito.