Educar a los hijos con propósito
El mundo es implacable, bombardea a nuestros hijos con promesas huecas, identidades confusas y causas equivocadas. Como padres, tenemos el mandato divino de guiarlos hacia una vida con propósito, cimentada en la verdad de Dios. Las Escrituras nos llaman a educar a nuestros hijos en el camino que deben seguir (Proverbios 22:6), pero si flaqueamos, el mundo interviene con su propia agenda. Sin liderazgo, nuestros hijos derivarán hacia una cultura de ilusiones y batallas indignas.
Dios creó a los hombres a propósito y para un fin, no para vagar sin rumbo. El mundo ofrece distracciones -entretenimiento sin fin, placeres fugaces y conflictos mezquinos-, pero nosotros podemos ofrecer algo eterno. He aquí cinco afirmaciones de inspiración bíblica para formar a nuestros hijos para gloria de Dios:
1. Si no enseñas a tu hijo a buscar el reino de Dios, el mundo le enseñará a inclinarse ante sus ídolos.
Jesús dijo, «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mateo 6:33). Sin esta brújula, nuestros hijos se arrodillarán ante la fama, la riqueza o la aprobación, ídolos que se desmoronan bajo el escrutinio. La voz de un padre debe guiarlos hacia Aquél que merece su lealtad.
2. Si no das a tu hijo una visión que perseguir, el mundo le dará fantasías que perseguir.
Proverbios 29:18 advierte, «Donde no hay visión, el pueblo perece». El papel de un padre es encender un sueño piadoso en el corazón de su hijo, no sea que el mundo lo llene de búsquedas superficiales -conquistas de videojuegos o estrellato en las redes sociales- que se desvanecen como la niebla. Debemos señalarles un propósito que perdure.
3. Si no le das a tu hijo la lucha correcta, el mundo le dará la lucha incorrecta.
Pablo instó a Timoteo a «combate la buena batalla de la fe» (1 Timoteo 6:12). Sin nuestra guía, nuestros hijos pueden malgastar sus fuerzas en rebeliones triviales o causas destructivas. Un padre debe mostrarles las batallas que merece la pena librar: las de la verdad, la justicia y el reino de Dios.
4. Si no enseñas a tu hijo a empuñar la espada de la verdad, el mundo le armará con las mentiras de la confusión.
La Palabra de Dios es «la espada del Espíritu» (Efesios 6:17). Si no enseñamos a nuestros hijos a discernir la verdad, las narrativas cambiantes del mundo les dejarán desorientados. La instrucción de un padre los arraiga en las Escrituras, equipándolos para mantenerse firmes en medio del caos.
5. Si no conduces a tu hijo al amor del Padre, el mundo lo atraerá con afectos fugaces.
El amor de Dios es inquebrantable (1 Juan 4:16), pero el mundo vende lujuria, validación y emociones temporales. Un padre refleja el corazón del Padre, mostrando a su hijo dónde reside la verdadera pertenencia, para que no persiga sombras que se desvanecen.
No son sólo advertencias: son una llamada. Josué declaró audazmente, «En cuanto a mí y a mi casa, serviremos al Señor» (Josué 24:15). Eso empieza por nosotros. El mundo ya está dando vueltas a sus fantasías y buscando pelea, pero nosotros tenemos la llave de algo más grande: una visión que agita el alma y una causa que canaliza la fuerza de un hombre. David no dejó que Salomón tropezara; lo preparó para una tarea divina. Nosotros debemos seguir su ejemplo.
Las normas sin propósito provocan exasperación.
Efesios 6:4 dice «Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos [no los exasperéis hasta el resentimiento con exigencias triviales o irrazonables o humillantes o abusivas; ni mostrando favoritismo o indiferencia hacia alguno de ellos], sino educadlos [con ternura, con cariño] en la disciplina y la instrucción del Señor». (Versión ampliada)
Nuestros hijos necesitan algo más que normas: necesitan un propósito que encienda sus corazones y una lucha que ponga a prueba su determinación. Proverbios 29:18 no es una observación casual; es una verdad que sube las apuestas. Sin visión, puede que nuestros hijos no mueran físicamente, pero corren el riesgo de perder la identidad que Dios les ha dado en una cultura que se alimenta de la distracción. Somos sus primeros mentores, su primera visión del Padre. ¿Daremos un paso al frente, o los abandonaremos a un mundo que no ofrece piedad?
Dios nos equipa para esta tarea. Promete sabiduría a los que la buscan (Santiago 1:5) y fortaleza a los que confían en Él (Isaías 40:31). No necesitamos ser impecables, sólo fieles, señalando a nuestros hijos al Padre perfecto. Cada momento es una oportunidad de moldearlos para la eternidad.
Paso de acción:
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