Un enfoque bíblico para abordar las diferencias doctrinales con la ética cristiana
En la era digital actual, las plataformas de los medios sociales se han convertido en un espacio habitual para los debates teológicos, a menudo marcados por los ataques personales en lugar del diálogo constructivo. Cuando los cristianos se encuentran con ministros o enseñanzas que consideran erróneos, la tentación de avergonzar o vilipendiar públicamente puede eclipsar la llamada bíblica al amor, la humildad y la verdad. Las Escrituras proporcionan una orientación clara sobre cómo abordar las diferencias doctrinales con gracia e integridad, asegurando que nuestra búsqueda de la verdad se alinea con la ética cristiana. A continuación se ofrece un marco de inspiración bíblica para abordar tales diferencias.
1. Examina tu corazón y tus motivos
Antes de abordar la falsa doctrina percibida, los cristianos deben examinar primero sus propios corazones. Jesús advierte del peligro de juzgar a los demás ignorando las faltas personales: «¿Por qué ves la paja que está en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que está en tu propio ojo?». (Mateo 7:3). Abordar las disputas doctrinales con orgullo o con el deseo de «ganar» socava la llamada del Evangelio a la humildad.
Pregúntate a ti mismo: ¿Mi objetivo es glorificar a Dios, edificar a la Iglesia y buscar la verdad, o me mueve la ira, la justicia propia o la necesidad de que me consideren correcto? Proverbios 16:2 nos recuerda, «Todos los caminos del hombre son puros a sus propios ojos, pero el Señor pesa el espíritu». Un autoexamen orante garantiza que nuestros motivos coincidan con el deseo de Dios de unidad y verdad.
2. Persigue la verdad con humildad
La búsqueda de la sana doctrina es vital, pues Pablo instruye a Timoteo para que «predica la palabra; estate preparado a tiempo y fuera de tiempo; reprende, reprende y exhorta, con toda paciencia y enseñanza» (2 Timoteo 4:2). Sin embargo, esta búsqueda debe atemperarse con humildad. Nadie posee un entendimiento perfecto, e incluso los creyentes bienintencionados pueden equivocarse. Como escribe Pablo «Porque ahora vemos borrosamente en un espejo, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; entonces conoceré plenamente» (1 Corintios 13:12).
Cuando abordes las diferencias doctrinales, enfoca la conversación como un aprendiz abierto a la corrección. Esta humildad fomenta el diálogo en lugar de la división, reflejando el espíritu de Proverbios 18:13: «Si uno da una respuesta antes de oír, es su necedad y su vergüenza».
3. Comprométete en privado antes que en público
Muchos de los ataques en las redes sociales son ataques contra las personas. Como creyentes en Cristo, podemos esperar persecución por parte del mundo, pero no debemos esperar persecución por parte de otros creyentes.
Las Escrituras hacen hincapié en resolver las disputas discretamente antes de agravarlas. Jesús esboza un proceso para abordar el pecado en Mateo 18:15-17: «Si tu hermano peca contra ti, ve y dile su falta, entre tú y él solos. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano». Aunque este pasaje se refiere al pecado personal, el principio se aplica a las preocupaciones doctrinales, sobre todo cuando se trata de un ministro o maestro.
Antes de publicar una crítica pública en las redes sociales, intenta hablar con la persona en privado mediante una comunicación respetuosa. Este enfoque no sólo honra la dignidad de la persona, sino que también evita una división pública innecesaria en el cuerpo de Cristo. La confrontación pública, cuando sea necesaria, debe ser un último recurso, emprendido con mucho cuidado y oración.
Si no tienes una relación personal o comunicación con el maestro o predicador, no le escuches y no apoyes su ministerio.
Los discípulos vieron a alguien que utilizaba el nombre de Jesús, la autoridad del cielo y de la tierra, para limpiar a personas atormentadas por demonios. «Maestro -dijo Juan-, vimos a alguien que expulsaba demonios en tu nombre y le dijimos que se detuviera, porque no era de los nuestros.» (Marcos 9:38)
Estaban más preocupados por las posiciones sectarias que por el infierno que estaba viviendo la gente.
«No se lo impidáis», dijo Jesús. «Porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá, al momento siguiente, decir nada malo de mí, pues quien no está contra nosotros está a favor nuestro. » (Marcos 9:39)
4. Di la verdad con amor
Cuando la corrección es necesaria, debe hacerse con amor. Efesios 4:15 instruye a los creyentes para que «decir la verdad con amor». creciendo en madurez en Cristo. La retórica dura o burlona, aunque sea doctrinalmente exacta, puede herir en vez de curar. El ejemplo de Pablo en sus cartas, como su suave corrección a los corintios o su tono respetuoso hacia los gálatas a pesar de sus errores, modela este equilibrio.
En las redes sociales, donde el tono se malinterpreta fácilmente, elige palabras que reflejen la compasión de Cristo. Evita los ataques ad hominem que se dirigen al carácter de una persona más que a sus enseñanzas. Como aconseja 1 Pedro 3:15-16, «Estad siempre preparados para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que tenéis. Pero hacedlo con amabilidad y respeto».
5. Priorizar la Unidad del Cuerpo
Las diferencias doctrinales, aunque graves, no deben fracturar la unidad del cuerpo de Cristo. Jesús oró para que los creyentes fueran uno, «para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17:21). Los ataques públicos a los ministros, sobre todo cuando se hacen sin cuidado, pueden sembrar la discordia y desacreditar el Evangelio a los ojos de los no creyentes.
Esto no significa ignorar el error: Pablo se enfrentó con valentía a las falsas enseñanzas (Gálatas 1:6-9). Sin embargo, su objetivo era proteger y unificar a la Iglesia, no avergonzar a los individuos en beneficio propio. Ten en cuenta el impacto de tus palabras en el testimonio cristiano general cuando abordes cuestiones doctrinales. Procura edificar, no derribar, el cuerpo de Cristo. Además, ten en cuenta que Pablo era un Apóstol establecido y se dirigía a personas a las que había establecido en la fe. Sus cartas iban dirigidas a personas sobre las que tenía autoridad.
6. Confía en la autoridad de Dios para gobernar
Por último, descansa en el conocimiento de que Dios es soberano sobre Su iglesia. Aunque estamos llamados a contender por la fe (Judas 1:3), la responsabilidad última de corregir el error y guiar a la iglesia corresponde al Espíritu Santo. Atacar públicamente a un ministro puede no ser siempre el enfoque más eficaz o piadoso. En lugar de ello, reza fervientemente por los que están en el error, confiándolos a la corrección y la gracia de Dios (1 Timoteo 2:1-4).
He escrito un libro, El principio del centurión: el protocolo de la autoridad, que enseña que tu posición de autoridad te faculta para gobernar aquello sobre lo que estás. Sin embargo, Dios no habla al margen de la autoridad establecida. Dios no chismorrea, calumnia ni corrige fuera de Su protocolo de autoridad.
Conclusión
Abordar las diferencias doctrinales es una gran responsabilidad que requiere discernimiento, humildad y amor. En lugar de recurrir a los ataques personales en las redes sociales, los cristianos deben seguir los principios bíblicos: examinar sus motivos, buscar la verdad con humildad, comprometerse en privado cuando sea posible, hablar con amor, dar prioridad a la unidad y confiar en la soberanía de Dios. De este modo, honramos a Cristo, defendemos la verdad y reflejamos el poder transformador del Evangelio en un mundo que nos observa. Prestemos atención al mandato de Pablo: «Todo lo que hagáis, hacedlo con amor» (1 Corintios 16:14).